La pequeña Lucila
martes, 20 de agosto de 2013
miércoles, 1 de diciembre de 2010
Mi leyenda favorita de Amapola Editores
Una historia de amor con tal fuerza en el relato y en las imágenes que te fascinará.
La mágica explicación que dió el pueblo inca al surgimiento de los volcanes Pomerape y Parinacota
miércoles, 10 de noviembre de 2010
ISABEL ALLENDE:PREMIO NACIONAL DE LITERATURA 2010
..."En 1956 mi familia se había trasladado al Líbano y yo había vuelto a un colegio de señoritas, esta vez a una escuela inglesa cuáquera, donde el sexo simplemente no existía, había sido suprimido del universo por la flema británica y el celo de los predicadores. Beirut era la perla del Medio Oriente. En esa ciudad se depositaban las fortunas de los jeques, había sucursales de las tiendas de los más famosos modistos y joyeros de Europa, los Cadillacs con ribetes de oro puro circulaban en las calles junto a camellos y mulas. Muchas mujeres ya no usaban velo y algunas estudiantes se ponían pantalones, pero todavía existía esa firme línea fronteriza que durante milenios separó a los sexos. La sensualidad impregnaba el aire, flotaba como el olor a manteca de cordero, el calor del mediodía y el canto del muecín convocando a la oración desde el alminar. El deseo, la lujuria, lo prohibido... Las niñas no salían solas y los niños también debían cuidarse. Mi padrastro les entregó largos alfileres de sombrero a mis hermanos, para que se defendieran de los pellizcos en la calle. En el recreo del colegio pasaban de mano en mano foto-novelas editadas en la India con traducción al francés, una versión muy manoseada de "El amante de Lady Chaterley" y pocket-books sobre orgías de Calígula. Mi padrastro tenía "Las Mil y Una Noches" bajo llave en su armario, pero yo descubrí la manera de abrir el mueble y leer a escondidas trozos de esos magníficos libros de cuero rojo con letras de oro. Me zambullí en el mundo sin retorno de la fantasía, guiada por huríes de piel de leche, genios que habitaban en las botellas y príncipes dotados de un inagotable entusiasmo para hacer el amor. Todo lo que había a mi alrededor invitaba a la sensualidad y mis hormonas estaban a punto de explotar como granadas, pero en Beirut vivía prácticamente encerrada. Las niñas decentes no hablaban siquiera con muchachos, a pesar de lo cual tuve un amigo, hijo de un mercader de alfombras, que me visitaba para tomar Coca-Cola en la terraza. Era tan rico, que tenía motoneta con chófer. Entre la vigilancia de mi madre y la de su chófer, nunca tuvimos ocasión de estar solos"... El sexo y yo...último trabjo de la autora.
viernes, 15 de octubre de 2010
viernes, 9 de octubre de 2009
PREMIO NOBEL DE LITERATURA 2009
Cuando callamos, nos tornamos desagradables, dijo Edgar. Cuando hablamos, nos tornamos ridículos.
Llevábamos demasiado rato en el suelo, delante de las fotos. Se me habían dormido las piernas de estar sentada.
Con las palabras en la boca aplastamos tantas cosa como con los pies sobre la hierba. Pero también con el silencio.
Edgar guardó silencio.
Aún no puedo imaginarme una tumba. Sólo un cinturón, una ventana, una nuez y una soga. Cada muerte es para mí como un saco.
Si te oyen decir eso, dijo Edgar, te tomarían por loca.
Y cuando pienso en ello, tengo la sensación de que cada muerto deja tras de sí un saco repleto de palabras. Siempre me acuden a la mente el barbero y la tijera de manicura, porque los muertos ya no los necesitan. Y también se me ocurre que los muertos ya nunca más perderán un botón.
Tal vez intuyen cosas distintas a nosotros, dijo Edgar, quizás intuyen que el dictador es un error.
Poseían la prueba, pues también nosotros éramos un error para nosotros mismos. Porque en este país nos veíamos obligados a andar, comer, dormir y amar con miedo hasta que volvíamos a necesitar al peluquero y la tijera de la manicura.
Alguien que sólo por el hecho de andar, comer, dormir y amar hace cementerios, dijo Edgar, es un error aún mayor que nosotros. Es un error para todos, un error dominante.
La hierba despunta sobre la cabeza. Cuando hablamos queda segada. Pero también cuando callamos. Y entonces, la segunda y la tercera hierba crecen a su antojo. Y pese a todo, somos afortunados.
* * *
Mi madre llegó a la ciudad con el primer tren. En el tren se tomó un tranquilizante y de la estación fue al peluquero. Era la primera vez en su vida que iba al peluquero. Quería cortarse la trenza antes de salir del país.
Por qué, la trenza forma parte de ti, dije.
Parte de mí sí, pero no de Alemania.
Y eso quién lo dice.
Te tratan mal si llegas a Alemania con trenza, dijo. A la abuela se la corté yo misma. El barbero ha muerto. Cualquier peluquero de la ciudad perdería la paciencia con ella, no puede estarse quieta delante de un espejo. Siempre tengo que atarla a la silla.
Se me ha desbocado el corazón, dijo. El viejo que me ha cortado la trenza tenía la mano ligera. El joven que luego me ha lavado el pelo tenía la mano pesada. Me he estremecido cuando me ha acercado la tijera. Como si hubiera ido al médico.
Mi madre lleva la permanente. Pese al frío no se puso el pañuelo de cabeza, así podía exhibir sus rizos. Llevaba la trenza cortada en una bolsa de plástico.
Te la vas a llevar, pregunté.
Se encogió de hombros.
Fuimos de tienda en tienda. Mi madre compró el ajuar para Alemania: Una tabla para hacer pastas con rodillo, un molinillo de nueces, una vajilla, un juego de copas de vino y un servicio de platos de postre. Y una cubertería inoxidable. Ropa nueva para ella y para la abuela.
Como si fuera una novia, dijo mirando el reloj. Puedes enviar una caja de ciento veinte kilos a Alemania. El reloj muerto que llevaba en la muñeca tenía correa nueva. Qué hora es, preguntó.
...de Herta Müller, ganadora del nobel de literatura
Dos fragmentos de La bestia del corazón
Llevábamos demasiado rato en el suelo, delante de las fotos. Se me habían dormido las piernas de estar sentada.
Con las palabras en la boca aplastamos tantas cosa como con los pies sobre la hierba. Pero también con el silencio.
Edgar guardó silencio.
Aún no puedo imaginarme una tumba. Sólo un cinturón, una ventana, una nuez y una soga. Cada muerte es para mí como un saco.
Si te oyen decir eso, dijo Edgar, te tomarían por loca.
Y cuando pienso en ello, tengo la sensación de que cada muerto deja tras de sí un saco repleto de palabras. Siempre me acuden a la mente el barbero y la tijera de manicura, porque los muertos ya no los necesitan. Y también se me ocurre que los muertos ya nunca más perderán un botón.
Tal vez intuyen cosas distintas a nosotros, dijo Edgar, quizás intuyen que el dictador es un error.
Poseían la prueba, pues también nosotros éramos un error para nosotros mismos. Porque en este país nos veíamos obligados a andar, comer, dormir y amar con miedo hasta que volvíamos a necesitar al peluquero y la tijera de la manicura.
Alguien que sólo por el hecho de andar, comer, dormir y amar hace cementerios, dijo Edgar, es un error aún mayor que nosotros. Es un error para todos, un error dominante.
La hierba despunta sobre la cabeza. Cuando hablamos queda segada. Pero también cuando callamos. Y entonces, la segunda y la tercera hierba crecen a su antojo. Y pese a todo, somos afortunados.
* * *
Mi madre llegó a la ciudad con el primer tren. En el tren se tomó un tranquilizante y de la estación fue al peluquero. Era la primera vez en su vida que iba al peluquero. Quería cortarse la trenza antes de salir del país.
Por qué, la trenza forma parte de ti, dije.
Parte de mí sí, pero no de Alemania.
Y eso quién lo dice.
Te tratan mal si llegas a Alemania con trenza, dijo. A la abuela se la corté yo misma. El barbero ha muerto. Cualquier peluquero de la ciudad perdería la paciencia con ella, no puede estarse quieta delante de un espejo. Siempre tengo que atarla a la silla.
Se me ha desbocado el corazón, dijo. El viejo que me ha cortado la trenza tenía la mano ligera. El joven que luego me ha lavado el pelo tenía la mano pesada. Me he estremecido cuando me ha acercado la tijera. Como si hubiera ido al médico.
Mi madre lleva la permanente. Pese al frío no se puso el pañuelo de cabeza, así podía exhibir sus rizos. Llevaba la trenza cortada en una bolsa de plástico.
Te la vas a llevar, pregunté.
Se encogió de hombros.
Fuimos de tienda en tienda. Mi madre compró el ajuar para Alemania: Una tabla para hacer pastas con rodillo, un molinillo de nueces, una vajilla, un juego de copas de vino y un servicio de platos de postre. Y una cubertería inoxidable. Ropa nueva para ella y para la abuela.
Como si fuera una novia, dijo mirando el reloj. Puedes enviar una caja de ciento veinte kilos a Alemania. El reloj muerto que llevaba en la muñeca tenía correa nueva. Qué hora es, preguntó.
...de Herta Müller, ganadora del nobel de literatura
Dos fragmentos de La bestia del corazón
lunes, 18 de mayo de 2009
Feria del Libro de La Habana-Cuba.
sábado, 11 de octubre de 2008
THE LANTERNS OF PILLÁN
LEGEND OF THE MAPUCHE PEOPLE
The collection “Legends of Chile for the World” gathers traditional tales of the native people of the Chilean territory, a country located on the western side of South America. This collection presents different indigenous stories with first class artists’ illustrations.
The Lanterns of Pillán is a legend of the Mapuche people (People of the Earth) that gives a magic explanation, on the one hand, about the volcanic activity of the land, and on the other hand, about the origin of the beautiful native flower called Copihue.
The illustrations were done by Rodrigo Salinas, who earned a degree in Art, specializing in engraving, from the University of Chile. He has worked as illustrator for very well known newspapers (La Nación and El Mercurio of Santiago). He also is the editor and founder of the group “La Nueva Gráfica Chilena”, and one of the creators of the successful children TV program “31 minutos”. He has twice been awarded the Altazor —a prestigious prize in Chile concerning to arts and media.
The collection “Legends of Chile for the World” gathers traditional tales of the native people of the Chilean territory, a country located on the western side of South America. This collection presents different indigenous stories with first class artists’ illustrations.
The Lanterns of Pillán is a legend of the Mapuche people (People of the Earth) that gives a magic explanation, on the one hand, about the volcanic activity of the land, and on the other hand, about the origin of the beautiful native flower called Copihue.
The illustrations were done by Rodrigo Salinas, who earned a degree in Art, specializing in engraving, from the University of Chile. He has worked as illustrator for very well known newspapers (La Nación and El Mercurio of Santiago). He also is the editor and founder of the group “La Nueva Gráfica Chilena”, and one of the creators of the successful children TV program “31 minutos”. He has twice been awarded the Altazor —a prestigious prize in Chile concerning to arts and media.
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